Matías Toro. Sangrismo y movimiento
The Artist
Matías Toro
Sangrismo y movimiento
Caracas, 31 de noviembre de 2016
Nunca he sabido de
un artista que acepte clasificar su trabajo. Empezando por todos los realistas
del siglo pasado, hasta los más modernos defensores del arte abstracto.
Actualmente conozco un movimiento emergente en Venezuela que tiene
representantes “jóvenes” -empiezan a negar que lo sean-,
que crean imágenes de carácter fuerte, porque te pican los sentidos para
hacerte voltear a verlo otra vez, después del primer vistazo. Es el sangrismo. Lo resaltante de ellos
es que sí aceptan lo que son, y aun así, les preguntas qué son, quiénes son y
por qué, y las respuestas serán: sigo experimentando. Eso es lo hermoso del
ahora, del momento, del presente: estás “haciendo”. Y en el caso de ciertos
artistas plásticos, ellos están creando
sus propios paradigmas, como el perfil del que hoy se nos antoja hablar: Matías Toro.
Desde hace un año
Como todo en
nuestros días, la primera impresión suele venir gracias a una foto en
Instagram. En mi caso, fue uno de esos domingos en los que no sabes qué hacer y
terminas viendo el perfil de alguna amiga de la universidad, a la que hace
tiempo no ves. Bueno, gracias a una persona tan peculiar -de quien protegeré el
nombre-, fui a dar con el perfil de un grupo de chicos que de forma
independiente se expresan en lienzos, cada uno con su personalidad, pero
siguiendo un lineamiento estético un tanto constante.
Hablando en serio,
la primera vez que me interesó todo este asunto, fue cuando los vi realizar un
retrato en conjunto, eran Flores Solano
y Eduardo Bol Pereira en el Museo de
Bellas Artes. Allí dije: “Wao. Ellos
saben lo que hacen”. Con el tiempo me fui volviendo adicta a sus imágenes “a flor de piel” y un tanto figurativas, de retratos en diversas formas y colores. De
todos ellos, hubo uno que me recordaba las fotografías en movimiento que ahora
algunos publican en sus perfiles, y dije: “¡Ya!
Ese rostro está en movimiento”. Lo siguiente que me gustó fue cómo jugaba
con los colores, que entre estructura y desorden dejan entre ver la tonalidad de
la piel, las sombras y destellos de luz y, finalmente, el gesto facial del
modelo. Es que incluso sus obras en blanco y negro tienen una belleza en la que
impera la sobriedad, pero te captura su movimiento -una impresión fuerte, de
hecho-, lo cual, él admite que es su esencia.
Una cosa lleva a
la otra, y un día dije: “Tengo que
hablarle a otros sobre esto”. Por ello, estás líneas son para contarles
escasamente sobre la personalidad detrás de la obra, alguien que no quiere
etiquetas, a quien le preguntas: “Defínete
en tres palabras” y te responderá esquivo: “No quiero definirme”.
Pisando los 30’s
Matías Toro nació
en septiembre de 1987, en la ciudad de Caracas. Hijo de artistas, admite que
viene de una escuela estética desde el hogar. Su papá, Elías Toro, es arquitecto, por lo que su hermano mayor, también Elías, como el padre, terminó aprendiendo la misma profesión. Mientras que su madre, Milagros Pino, es cheff,
y él la define como “artista culinaria”, “en
todo hay belleza” argumenta.
Como todo ser
humano, que no está exento de la “real necesidad”, Toro es diseñador gráfico
de profesión, con estudios en la escuela de diseño y comunicación visual Prodiseño, que antes estaba ubicado en
La Florida, y ahora está en la urbanización El Dorado, Altamira. “Yo fui
la última generación que estudió en La Florida” dice entre risas, como si fuera
un fenómeno de los setenta. Al graduarse en 2012 comenzó a trabajar en la
agencia de publicidad La oveja negra,
en la que estuvo hasta hace poco, cuando empezó a dedicarse al arte de lleno.
Actualmente ya ha cumplido dos años consagrados a la expresión plástica.
¿Café o té?
En fin, un día
dije, hagamos el contacto. Tomé el Instagram y le envié un mensaje privado invitándole
a una cita para entrevistarlo, para que este a su vez me enviara su contacto.
No pasó ni una hora, cuando él mismo respondió amablemente que sí, mandando su
número. Seguimos el enlace vía WhatsApp con las preguntas clásicas: “¿Qué
horario dispones para vernos un día?” Me respondió: “Cuando tu dispongas”. Allí
estuvo el problema. Mi itinerario sí es un poco apretado, pero siempre estoy
dispuesta a ajustarme a las necesidades del entrevistado. Así que, cuando su
respuesta fue esa, empezó mi dilema. Si hubiera dicho: Mañana a esta hora, esto
habría sido más rápido.
Luego de dos
semanas de respuestas largas entres los dos –lo hacíamos con día de por medio,
tanto él como yo-, le dije: “Este primer
fin de semana de octubre en la tarde, nos tenemos que ver”. Él dijo: “Vale”. Eso fue el lunes. Para el viernes
le hice otro llamado para que recordáramos la cita. Y el sábado, faltando una
hora para la cita, me escribió.
¡Odio los sábados!
Tomé el riesgo de decirle que estaba cerca, esperando que no dispusiera de nuestra
cita, y corrí lo más que pude por Caracas, para llegar a la plaza de Los Palos
Grandes a las 5p.m.
Lo más vergonzoso
para mí, fue cuando me llamó, le dije que iba en camino, y me dijo: “¿Qué? ¿Vienes de Colombia?”. Allí dije:
“Ya está predispuesto”. Literal
corría hacia la plaza cuando lo llamé para decir que estaba cerca, a lo que me
gritó en la llamada: “Estoy junto al
ruido”, cosa que casi no entendí por obvia razón.
Ascendí hacia el
café de la plaza, lo más alto del lugar, de dónde provenía el ruido. No me
acordaba de su rostro, pero sí de su cabello desordenado. Un muchacho estaba
apoyado en la baranda más alta, de frente a mí, viendo en mi dirección, y lo
distinguí. ¿Sabes? Ese prototipo de artista vestido con una camisa de puños y
cuello abiertos, abundante barba y postura “relajada”, en esa forma de: tengo
buen gusto, pero no es importante eso.
Lo alcancé y en
medio del ruido me dijo: “¿Qué quieres
hacer?”, le sugerí que fuéramos a un lugar más tranquilo, y eso hicimos.
Camino a un café unas cuadras más arriba, me reclamó el retraso -tenía toda la
razón, pero nunca le dije la verdad, no me perdonaría-; también que los músicos
en la plaza se estaban “mal tripeando” lo que orquestaban, y luego entre risas,
continuó la conversación con todo lo que le pasó mientras me esperó. Me reí y
me relajé. Bueno, al menos no está tan molesto.
Su tranquilidad desde el principio me decía algo como: Vale, este encuentro será lo que será, y ya. Lo
siguiente fue conseguir que algún café de Altamira estuviera “tranquilo” ese
día, para poder grabar audio. Pero finalmente lo hallamos. Nos sentamos y
empecé a ver cómo reaccionaba.
De entrada me
costó organizar mis ideas, porque aunque me gustan mucho sus obras, no tuve
tiempo para leer nada sobre él, pese a que sí había encontrado una publicación
en el portal del Universal, realizada por José Miguel del Pozo, sobre su primer
proyecto artístico: Movimiento/Transformación,
que estuvo expuesto en la Librería Lugar Común de Altamira en 2015.
Pero a medida que nos
íbamos conociendo, fluyó la conversación y los temas. Tal es así, que en el
calor de la conversación sobre dogmas y religión, pregunté: “¿Qué piensas sobre el bien y el mal?”, a
lo que explotó en risas diciendo: “¿Y eso
qué tiene que ver con mi trabajo?”. Me reí y le puse un reto: “Defínete en tres palabras”. Su respuesta
fue siempre demasiado esquiva. Primero: “No
Quiero Definirme”, para finalizar: “¿Por
qué definirme?”.
Puedo decir que su
personalidad es enérgica, tal vez por ello su afinidad por el movimiento, el
cual se manifiesta en sus retratos. Siempre te sostiene la mirada con cada
palabra que dice, lógica y precisa. Claro, que hubo momentos en que no supo qué
estaba hilando, por lo que cambiábamos de temas. Incluso, hubo instantes en los
que me preguntaba cosas sobre mi profesión y dónde trabajaba -al parecer, no se
lo dejé muy claro-. Además, cuando hablamos sobre creencias, casi discutimos,
porque se atrevió a cuestionar mi posición. Lo típico de cuando te enfrentas a
un agnóstico: ¿Y qué tal si esto no fuera así…? Claro, sin querer caer en estereotipos.
Una de las cosas
más lógicas que dijo en medio de tantos temas que discutimos, es que él piensa
que la religión le ha quitado al hombre la libertad de crearse interrogantes sobre:
¿Cuál es mi propósito?, porque te da respuestas irrefutables sobre el motivo de
la existencia. “Entonces te quita ese
deseo de querer saber más sobre esto que somos, al proponerte una respuesta que
no puedes cuestionar”, dice Matías para explicar su posición ante la
religión. Sí, es agnóstico.
El caos de la coherencia
Jamás creí que
podría encontrar algo que realmente considerara un poco caótico en su forma de
interpretar el mundo y su contexto. El dilema de toda esta entrevista es que se
me ocurrió que con mi experiencia entrevistando a otros, podría sencillamente
llegar y hacer las típicas preguntas que hago para definir la personalidad del perfil
a investigar. Pero no fue así. Tratar de encasillar a Matías con las típicas
preguntas, generó otras, que en lugar de ayudarme a darle forma, sencillamente
te hacían querer cuestionarlo más sobre cómo piensa, hasta de los temas más
triviales. ¿Qué ocurrió? Las líneas que están aquí abajo, te ayudaran a
conocerlo, pero también es posible que te dejen con la confusión de un caos de
ideas, que para él son simples para “su verdad”.
En la mesa, él
pidió un café y yo un té negro. Y cuando todo fluía, comenzaron las preguntas:
- ¿Qué es el arte para Matías?
La capacidad para
generar el accidente y a la vez tener la técnica para plasmar la imagen.
- ¿Cómo fue la influencia de tu familia en tu trabajo?
¿Cuál es el valor más relevante que crees te hayan dejado?
Hay una frase que
lo resume, que siento es la base de lo que ellos me enseñaron: “La sabiduría no
es acumulación de conocimiento, sino sensibilidad a lo verdadero”. Tu capacidad
de saber qué cosas son verdad y qué no.
- ¿Qué sientes que te haya dejado tu experiencia como
diseñador gráfico?
Conocimiento de
cómo funciona el arte, o mejor dicho, la generación de imágenes desde un punto
de vista funcional que es la publicidad. Ver de verdad cómo son los ritmos de
trabajo, desde que te cae un brief, que es lo que te dice el cliente, hasta el
resultado, cómo son esos procesos que, en general, son estandarizados en la
publicidad.
Es como estudiar
la disciplina. Estudiar diseño gráfico te da estructura y oficio que después
puedes llevar a buscar cosas más personales.
- No conozco artista o diseñador gráfico que pueda
organizarse entre tánta explosión creativa…
Pero ya yo conozco
el secreto de la vida, se llama: Google Calendar. Y lo conocí hace poco. Creo
que de verdad me va a ayudar. Siento que hasta quizás me va a quitar los poderes
artísticos. (Risas)
- ¿Cómo descubres las artes pláticas y la estructura
con la que hoy te armas para expresarte?
La estructura es
nueva. Es de hace un año exactamente, cuando empecé a pintar. Antes dibujaba,
claro. Pero todo era muy suelto. Una vez expuse en el 2012, con algo que no
tiene nada que ver con lo que estoy haciendo ahorita. Y si me pidieran explicar
cómo descubrí las artes plásticas como expresión para mí, es algo así como que
me pregunten cuándo empecé a hablar.
Yo empecé a
dibujar desde el colegio, en las horas libres, o en las que no (risas). Siempre
estaba dibujando. Y también me interesaba mucho la música. Todas las cosas
creativas siempre me han interesado mucho. Toco guitarra también, pero soy muy
malo. Ahí sí, la falta de orden y disciplina son como mi tope. Bueno, al menos
para mí.
Pero sí, no hay un
momento en el que eso empieza. Es decir, el punto cero del asunto. Estoy dibujando
de la misma manera en que me enfrento a eso. Así como lo hacía de niño para
divertirme, es una forma de expresarme. Solo que uno va adquiriendo más
destreza, más conocimientos y más experiencia y de repente te empiezan a tomar
en serio. Ya el dibujo que hiciste en el cuaderno, quizás un día lo hacen en un
lienzo y ya no es un dibujito de un hobby, sino que a alguien le parece
interesante y te lo quieren comprar. Pero eso lo explica. La aproximación es
que uno se quiere recrear, creando algo.
- ¿Qué te inspira?
El mismo hacer. El
hacer las cosas es el mismo fruto de lo que haces. Y no te voy a negar que todo
artista es una respuesta a todos los que le precedieron. Es una acumulación de
todo el conocimiento humano que hay con respecto a la pintura y todo lo que le
llamó la atención, fue capturando, agarrando una cosa de otro personaje y aportando
sus propias pulsiones internas para construir algo que termina siendo más o
menos propio, pero también tiene mucho que ver con los otros artistas.
Me inspira mucho
el arte, porque tiene eso que uno lo ve y te inspira a moverte. “El arte te
mueve”. Esa es una de las cosas más importantes. Es como un virus, una
infección, ¿sabes? Tú haces algo y luego lo va a ver alguien que le va a dar
ganas de hacer algo parecido. Y así se va propagando ese efecto como un dominó.
- ¿Entonces no te inspiran otros artistas?
El mismo hacer y
otros artistas. Sí, ambos. No estoy negando una cosa, estoy añadiendo más a la
idea. Pero podrían ser Francis Bacon. Que, de hecho, siempre me dicen: “Pero
eso es Bacon”, como una crítica, no sé.
- ¿Cómo crea Matías todo? ¿Cómo parte y cómo finaliza?
La mayoría asume
un mensaje, algo que quiere transmitir. Yo comienzo de forma distinta. El
instrumento insinúa algo, que luego plasmo en el plano.
De lo que este
instrumento me muestra, se produce una línea con la que él juega. Asimismo, el
concepto no tiene una jerarquía. Te podría decir que el arte contemporáneo es
la muerte de la estética, que es lo sensible, lo visible, lo que te dan los
sentidos ya no tiene sentido. Entonces lo que importa es el concepto.
Significado y significante. Dualidad básica. Algo que técnicamente se libera en el
siglo XXI porque el artista ya no tiene que responder a ningún mensaje.
Esta es la
posición con la que yo me paro frente al arte, mi manera de proceder es: si hay
una relación entre el significado y el significante, entonces desde el
significante, yo puedo ir al significado y desde el significado, yo puedo ir al
significante también. El mismo significante me habló de un significado. Yo no
niego el significado, pero ahora yo mantengo un feedback entre los dos. Van los
dos de la mano.
- ¿Cómo identificas el sangrismo?
El sangrismo es
como una persona. Cuando nace le pones un nombre pero esa persona aún no se ha
desarrollado. En principio, para mi significa un grupo de personas que
compartimos nociones sobre el arte, en el uso de la intuición y la
irracionalidad como instrumentos que guían el proceso creativo. Aún está en
pañales. Espero que crezca y podamos, sobre todo, hacer obras colectivas.
Sin límites
Si hay algo que
puedo decir de Matías, es que apenas está comenzando. Para la fecha de nuestro
primer encuentro, fue la apertura de una exposición del sangrismo en la Universidad Simón Bolívar. Sí, allá, en
lo más recóndito de Caracas. Pero fue un encuentro al que debías asistir porque
reunió a sus cuatro exponentes y, en esa oportunidad, pudieron realizar un
trabajo colectivo. El cual es un cuadro que disfrutarán ver los seguidores de
esta corriente, al poner de manifiesto la unión de estos artistas.
Además,
podrás apreciar las 15 piezas que Matías presentó, junto a Ana, Flores y
Eduardo, para hacer un total de 60 obras, bajo la curaduría del Lic. Tiasto
Roma, y que estará abierta hasta los primeros días de diciembre -entrada
libre-.
Para cuando
culmina nuestro encuentro, Matías quedó seleccionado para participar en una
presentación en Slide Luck, a
celebrarse el día 17 de noviembre, a las 5:30 p.m., en el Centro de Arte Los
Galpones. ¡Tienes que verle!
Para conocer más
sobre su trabajo síguelo en: @toromat / @toroloquio
Slide Luck: @slideluckcaracas
Por: MB
@LidROgue
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